Viaje Erasmus a Andalucía 2017

Era una fría noche de diciembre. Poco a poco, varios desconocidos se encontraban bajo la curiosa sombra que pintaba el museo Pablo Serrano de Zaragoza repitiendo la misma pregunta: ¿el viaje a Andalucía?

Entre la oscuridad de la calle se distinguía un cartel: miércoles 6 de Diciembre de 2017; las 22:00. Llegaba el bus y era el último día de esa semana que íbamos a sentir ese frío del carajo. Nos íbamos al sur.

Nada menos que 49 estudiantes de intercambio de la universidad de Zaragoza, un truhán llamado Diego y 5 de los organizadores más pesados del lugar comenzaban su aventura. 10 horas nocturnas de viaje para coger todas las fuerzas posibles. Algunos filosofaban en pársel, otros probaban nuevas posiciones jamás vistas en ningún circo chino.

De repente, silencio.

Un rayo de sol entraba por la ventana para informarnos de que ya habíamos pisado tierra. Cual actores secundarios de The Walking Dead, nuestros intrépidos viajeros se arrastraban para salir de aquel bus, cogían su desayuno y se dirigían al único bar abierto. Estábamos en Córdoba.

Unos señores con musho arte repartían colacaos y cafés a diestro y siniestro mientras los más dormidos se metían a la cocina del local pensando que era el baño. Una escena, cuanto menos, pintoresca, que quedaría eclipsada por la belleza de esta ciudad.

Nada más salir de desayunar, nuestro organizador Said propuso unos juegos para conocernos un poco y a la aventura.

 

Como si hubiera fundado la ciudad en el año 169 a.C., nuestra organizadora Raquel, nos presentaba datos interesantes de algunos de los monumentos más representativos de la ciudad como Pedro por su casa. Torre de la Calahorra, puente romano, patio de los Naranjos, museo taurino, la sinagoga, Puerta de Almodóvar, Puerta de la Luna, las Caballerizas… El paisaje de madrugada parecía mágico, que no majico. Tan solo la Mezquita conseguía sorprendernos aún más con la belleza de su gran interior y sus jardines.

Tiempo libre para perderse entre sus calles y visitar algunos de los patios más bellos y floridos.

Volvíamos al barco. Esta vez tomábamos rumbo suroeste, dirección Sevilla. Atravesábamos la ciudad y partíamos en busca de nuestro hostal. Tras un poquito de crossfit callejero llegamos al que sería el mejor hostal de todo el viaje. Una azotea con piscina, paella, sangría, habitaciones dignas de exposición… Todo esto acompañado por un tiempo de rechupete.

Sevilla tenía un color muy especial y nos llamaba. Salimos para recorrer las orillas del Guadalquivir y el contraste era chocante. Mientras en Zaragoza estaban criando pingüinos en el Parque del Agua, la gente en Sevilla se echaba sobre el césped y paseaba en manga corta.

Mientras nuestros paparazzis plasmaban el momento cual turistas asiáticos en el Louvre, la torre del oro nos deslumbró. Nuestra organizadora, Raquel, que parecía haber fundado también la ciudad de Sevilla, nos dio unas lecciones magistrales sobre el patrimonio cultural de estos lares.

 

 

Aprovechamos para visitar Triana, la Giralda, la Catedral y todo lo que se nos puso por delante. Cualquier lugar era bueno para darle rienda suelta al postureo. Fotito con los vestidos flamencos, fotito con la Catedral, #pasabaporaquí.

Durante el paseo conocimos un poco mas a nuestros viajeros y su cultura. Compartimos y comparamos nuestros diferentes idiomas y variantes lingüísticas, contrastes culturales, etc. Siempre es un buen momento para aprender algo nuevo.

Oscurece. Cenamos algo y nos ponemos como un pincel. Esa noche tocaba tablao flamenco. Tras haber disfrutado del espectáculo, enceramos peluco, un poco de pintalabios y aprovechamos los trajes de gala para ir a Abril, una de las discotecas más grandes de la ciudad.

Los supervivientes de la noche nos levantamos en busca del desayuno y, sorprendentemente, hasta los más comilones acabaron empachaos.

Comenzaban los juegos del hambre de buena mañana. El tiempo corría y teníamos que llegar a los Reales Alcázares.  Trabajo conseguido, estábamos dentro y podíamos disfrutar de unos jardines que son pura fantasía. Dimos de almorzar a algún que otro pavo real, llenamos las tarjeras SD con fotos increíbles y fuimos en busca de la Plaza de España. Foto obligada en el muro de Zaragoza y a disfrutar de lo más esperado de todo el viaje: una comida de tapas.

 

 

City tour de tarde y tiempo libre para coger fuerzas. Esta noche los organizadores, creyéndose Panoramix en Asterix y Obélix, hicieron unos calderos de rebujito. Calentamos motores con unos juegos made in AEGEE y salimos de fiesta. Las clases individuales de baile corrieron a cuenta de Maúl, aún arde Sevilla.

De nuevo tocaba volver al barco. Viento en popa, a toda vela, llegamos a nuestro último destino sureño: Graná (Granada).

Risotto, paella y lasaña vegetal casera para rellenar las reservas. Estábamos en la Alhambra. Café a 2,50€ pero esas vistas no tienen precio. Desde lo más alto se puede apreciar toda la ciudad, Sierra Nevada e incluso la basílica del Pilar, según alguno.

Era la última noche y teníamos que aprovechar al máximo. En Zaragoza llueve, hay exámenes y la gente llora. Preparamos la cata de alcohol y los juegos más divertidos que teníamos en la recámara. ¡Boom! todo un éxito, no salimos de fiesta porque la fiesta somos nosotros.

Último sueño en tierras andaluzas. Efectiviwonder, esto se acaba. Último city tour en Granada y nadie duerme. Aprovechamos las increíbles vistas del mirador de San Nicolás para rellenar la poca memoria que queda en las cámaras y hacer algo de hambre. Últimas tapitas por el centro. Ya solo queda llorar.

Cargamos el equipaje, nos confunden con sherpas. Montamos en el bus y buscamos la posición lateral de seguridad. Las ventanas se congelan, no son dementores. Hasta nuestra organizadora Anais lo nota en los huesos. Vuelta a Zaragoza. Vuelta a Siberia.

Sin duda, un viaje 10 y para repetir, en nada sacamos el siguiente…

 

 

Con todo el arte y el cariño del mundo, vuestros organizadores: Anais Barbería, Marcos Lahorga, Sara Fraca, Said Pedraza y Raquel Montaña.